He visto cosas difíciles de superar. He caminado por encima de cristales durante tardes de invierno asomado desde mi ventana; me he quemado las yemas de los dedos buscando el reloj en medio de la noche; he visto mi cabeza explotar más allá de las nubes, bajando lentamente sus cenizas al averno poco después. Nada mereció la pena y aquí estoy, ya ves.
Hay momentos en la vida en los que una tontería puede
hacer que le des vueltas a las cosas más de lo debido, todo depende
del momento en el que te atrape. Recuerdos de un tiempo riendo al lado
de personas que has querido y que sigues queriendo. Seguro que, como
yo, antes fueron muchos juegos, bromas y cantidad de experiencias de
juventud que guardas en tu memoria. Siempre van a estar allí, en un
cajón sin llave. Lo echas de menos. Personas especiales que, sin
saber por qué, se vuelven más especiales; tanto que no las conoces.
Ahora cualquier problema te hace dudar. Me basta saber, y lo se, que
recuerdas quién eres tú: ese es un buen comienzo para hacer ver a
los demás quiénes son.
Tonterías. He visto lágrimas caer de muchos colores
(tantos o más como tiene el arco iris), pero créeme cuando te digo
que ni la mitad de la mitad de las que vi durante años merecían ser
derramadas. Por supuesto me acuerdo de ver las tuyas. Nacieron con
las prisas, algunas enredadas en los párpados precipitándose en
todas direcciones, siempre al suelo, y se perdieron; otras,
pacientes, esperaron en la mejilla a intentar consolarte, y murieron
a tu lado. No quisieron separarse de ti pues no merecían salir tan
pronto. Momentos en que un abrazo no consuela y una sonrisa no
contagia; la compañía en estos casos se agradece sin hablar. No hay
nada mejor que el silencio cuando aun siendo ya de día el corazón
se torna en negro.
En resumen, momentos en que no ves el final. Pero sabes
que la vida sigue. Los problemas no deberían parecer tanto cuando te
despiertas al día siguiente y te das la vuelta porque aún es
demasiado temprano. Sólo puedo ofrecerte un cambio: aire caliente
por una brisa fresca, cenizas por árboles, otra dirección donde el sol al final acabe saliendo entre tantas nubes; y es que
corriendo año tras año por el mismo viejo camino sólo vas a
encontrar los mismos miedos de siempre.
A lo mejor cuando no ves el final lo que ocurre
realmente es que otro principio asoma, como las raíces del árbol,
como el primer paso en la playa cuando han pasado las máquinas, como
un café al alba en buena compañía. Cambiar las pilas para que la
bombilla vuelva a funcionar. No puedo darte más. Tampoco te iba a
dar menos.
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