Me asomo a la ventana a disfrutar de la
trama:
Abajo, unos niños pegan patadas a un
balón mientras ríen y gritan, poniéndose nombres de jugadores de
fútbol, ajenos a cualquier problema. Beben a morro de una vida
libre, ya tendrán tiempo de preocuparse por lo que venga. El futuro.
Y deseo volver a ser un niño, cuando el futuro no existía más allá
de lo que tardaba en sonar el timbre del recreo para comer el
bocadillo y jugar al último juego de moda del colegio. Cuando ir a
comprar el pan era una aventura, apretando fuerte el dinero con la
mano derecha para no perderlo; cuando una caja grande era mucho más
divertido que un partido de tu equipo.
Un anciano pasea a su perro, bolsa de
la compra en mano. Cruzan por el paso de cebra, saluda con una
sonrisa forzada a su vecino. Perro y amo desaparecen detrás de la
negra puerta del bloque. La angustia de una vida que prácticamente
ha terminado, ya lo ha visto todo y nada le sorprende. Nadie le
estará esperando en casa, sólo el pasado le sigue espiando por la
rendija de la puerta. Mejor mirar hacia otro lado.
Un padre lleva a su hijo de la mano
mientras le va contando un cuento que obviamente se está inventando
por el camino. Me vienen recuerdos del tiempo en el que hasta la
balada más triste sonaba alegre. Las canciones entonces no
recordaban a olores de infancia. Se están riendo pero, ¿de qué se
ríen? Se ríen de estar juntos, de quererse. Y entonces deseo ser el
hijo, para poder disfrutar del padre; y deseo ser el padre, para
poder disfrutar del hijo. Hay tantas cosas que no sé... tantas como
las que quiero enseñar. Yo les pierdo de vista cuando doblan la
esquina, pero ellos no pierden su sonrisa.
Una pareja de adolescentes se besa en
el banco que hay justo delante de mi ventana. Sólo paran para
mirarse a los ojos. Él parece pedirle al aire que no se lleve el
perfume de su pelo, y dejan que el resto de los sentidos hablen por
ellos antes de despegar los labios el uno del otro. Los dos tienen
reloj, pero apuesto a que su tiempo está parado. Entonces deseo
parar mi tiempo, hacerlo fácil, y en lugar de un banco una playa de
arena blanca y la luna haciendo mi papel, en su ventana. Y miro mi reloj, y
me doy cuenta que avanza tan deprisa que se está haciendo de noche.
Se marchan contentos calle abajo.
Cierro la ventana convencido de que uno
de los objetivos de esta vida, tengas los años que tengas y juegues
el rol que juegues, es sonreír y hacer sonreír a los demás. Dar lo
que recibes para recibir lo que das. A priori no se antoja demasiado
complicado. Después de desear ser muchas cosas, tras los anhelos de
recuperar lo que tuve y de conseguir lo que todavía no he tenido,
vuelvo a ser yo mismo. Respiro profundo y me siento en paz. Creo que
me voy a tomar una cerveza, y luego ya veremos.
Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener,
entrar y salir de fase.
Amar la trama más que el desenlace
(Jorge Drexler, La Trama y el Desenlace).
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